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La esgrima de los duelistas

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En la batalla cultural de nuestro siglo, como si fuera un duelo de esgrima entre dos oficiales de la caballería napoleónica –no siempre con los buenos modales que describe Conrad en su novela–, se sostienen vigentes los conflictos y las disputas que han forjado nuestra razón política. Va pasando el tiempo, pero no parece que las querellas entabladas por el genio polémico de los pensadores, artistas y escritores muertos, tan minuciosamente reconstruidas en Un duelo interminable, puedan darse por caducadas.

El nuevo libro del historiador José Enrique Ruiz-Domènec, granadino y barcelonés, aparece tras los recientemente publicados por la editorial Taurus ( El sueño de Ulises , El día después de las grandes pandemias , Informe sobre Cataluña) y después de las obras rescatadas que va incorporando a su esmerado catálogo (La novela y el espíritu de la caballería).

El historiador inglés Eric Hobsbawm fechó el inicio del corto siglo XX con la Gran Guerra; su final, con la caída del Muro de Berlín y la dispersión de la Unión Soviética. El nuevo libro de nuestro historiador, la sinfónica reconstrucción de la batalla cultural que da forma a nuestra visión del mundo, sugiere no dar por consumado el largo siglo XX.

Las ideas desplegadas en la mentalidad contemporánea y las fuerzas incubadas durante el prolongado siglo (1871-2021) conservan su aleccionadora virulencia y permanecen enfáticamente presentes en los dilemas y encrucijadas de nuestro ahora.

Los protagonistas que encabezan el ambicioso relato de Ruiz-Domènec son, no en balde, dos historiadores: Jacob Burckhardt y Jules Michelet. Un reconocimiento a la vocación académica desempeñada por el autor durante su prolífica carrera y un elogio al desafío intelectual y moral que supone interpre- tar el sentido solapado por el paso del tiempo.

En la década de 1870, cuando Giuseppe Verdi va ultimando la partitura de la ópera Aida que se estrenó en El Cairo, el suizo Burckhardt detecta la corriente profunda que configura los episodios más notables de la historia, el francés Michelet dibuja los lindes que ayudan a entender las mutaciones del tiempo histórico, Nietzsche atribuye al Estado el afán de dirigir el curso de la cultura, Wagner se dispone a recuperar el lado oscuro de los mitos, el levantamiento de La Comuna de París acaba con el imperio de Napoleón III, los pintores Pisarro, Manet, Degas et alter convocan la insurgencia estética del movimiento impresionista… En esta bisagra temporal sitúa Ruiz-Domènec los comienzos de nuestro largo siglo XX.

La cronología del historiador registra los parentescos, forcejeos y simetrías entre la literatura, la música, el cine, el teatro y la filosofía que emana en cada uno de los momentos vertebrales de nuestra época. El gran puzle de las ideas que nuestro autor encaja en la cartografía cultural de los hechos históricos muestra la fabulosa complejidad de un siglo atestado de inteligencia, imaginación y coraje intelectual.

El libro de los combates culturales podrá leerse también como el tratado de un método histórico: tan raro será predecir el futuro como adivinar el pasado. Pese a la penetrante indagación de los historiadores dedicados a entender la articulación de los acontecimientos subsiste entre ellos la callada sospecha de estar ante una oscura causa inabordable. Y es precisamente la incesante discusión de las mejores cabezas, culta, elegante y civilizada, la obra de los pensadores que desbrozan las imposturas del siglo, la que contribuye a descifrar la tupida trama de la Historia.

En la enciclopédica narración de Ruiz-Domènec aparecen consignados los artífices de estos 150 años y el decisivo papel que han jugado en la composición de nuestro patrimonio cultural. El lector atento podrá seguir el hilo que lo sacará del intrincado laberinto y descartar para siempre la tentación de la banalidad doctrinaria. Errico Malatesta y Guillaume Apollinaire, Schönberg y Coco Chanel, Picasso y Heidegger, Sartre y Kerouac, Salinger y Pasternak, Robbe-Grillet y Bob Dylan, Habermas y Foucault, Harari y Ratzinger, son algunos de los duelistas que se han batido en los acuciados escenarios de su tiempo.

Hace pocos días leíamos en la prensa las declaraciones del nuevo secretario general de la Otan, el político neerlandés Mark Rutte. Su petición a los países miembros de la Alianza Atlántica no se limitaba a reclamar el aumento de los presupuestos que cada país dedica a la industria armamentística, sino a crear una verdadera “mentalidad de guerra”, una especie de alarma que nos predisponga a empuñar las armas. La sorprendente proposición, que tan vivamente contrasta con la disputa de las ideas civilizadas y que tanto recuerda la retórica guerrera de los peores tiempos de nuestra historia reciente, no parece haber escandalizado a la opinión pública pero nos proporciona la ocasión de recomendar la urgente lectura del libro de Ruiz-Domènec. Al advertir el peligro de un nuevo fracaso de la Historia, incapaz de bloquear la patológica inercia del belicismo, el autor de Un duelo interminable nos invita a contribuir a la batalla cultural, a la esgrima de la inteligencia, al torneo que perfeccionará, pese a todas las dificultades, el compromiso ilustrado de la paz perpetua.

 

Publicado en Cultura|s de La Vanguardia

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